Hoy seguramente no será el mejor de los post de La Tostada. Lo he releído unas cuantas veces y podría estar mejor... pero son tantos sentimientos que no sé ponerlos en pie.
Allá vamos.
Me inicié en esto del blogging por una necesidad imperiosa de contar mi experiencia con el cáncer de mama.
Yo soy de las oncobloggers que inician su actividad cuando ya han vivido la experiencia de pasar por el cáncer, sus tratamientos y sus intervenciones quirúrgicas. Hay otras chicas que se inician nada más diagnosticárselo, pero en cualquier caso, creo que siempre se debe al mismo motivo, la necesidad de contar en primera persona todo lo que estamos experimentando o hemos vivido.
La exteriorización de los sentimientos es el motor que nos une a todas las mujeres que pasamos por un cáncer de mama y nos da por contarlo, ya sea en un blog, en un libro, en una cuenta de Facebook o en Instagram.
Describir con palabras el dolor, el miedo, la angustia, el malestar, la náusea,... ¿he dicho ya el dolor?... a mí me hizo más fuerte. Reflejar en una pantalla de ordenador todas mis oncovivencias las hacía reales y al contarlas en pasado, en mi caso, pude ver que había ganado una gran batalla.
Yo, con lo chica que soy. Lo insignificante que me sentía siempre. Yo pude superar la quimio. 6 ciclos. 4 meses de infierno. Yo pude con la mastectomía bilateral. Con dolor. Con llanto. Con compasión por mí misma.
Yo pude.
Y os lo conté.
Y os lo cuento. Aún.
Porque, además de servirme a mí para no olvidar (curiosamente la mente crece olvidando), creí siempre que podría ayudar a más mujeres que tuvieran un diagnóstico de cáncer de mama. O a las que no lo tienen, para que fueran conscientes de que la enfermedad está ahí y nadie está libre.
Y eso le da sentido a esta aventura.
Todo o casi todo han sido bendiciones y mi experiencia con el oncoblogging es maravillosa. He ganado mucho. Sin embargo, también tiene su parte negativa, pero creo que siempre compensa.
Al menos por ahora.
Gracias a La Tostada Boca Arriba he conocido a muchas mujeres... y recientemente a "una sonrisa". Ella está ahora pasando por la quimio y aún le queda un poco. Después imagino que le llegará la cirugía y no sé si más tratamientos. Os hablo de ella porque en los últimos días me ha hecho pensar en muchas cosas negativas de escribir esta experiencia en un blog.
Con una sonrisa, desde hace unos meses contaba su experiencia con la quimio a través de Instagram, sin tapujos, sin filtros, pero hace unos días decidió dejar de publicar sus vivencias en imágenes.
¿Por qué?
Porque se sintió abrumada y desbordada. Se recibe tanta atención que no siempre se puede asimilar.
Yo cuando pasaba por la quimio recibí muchísima atención. Demasiada. Y no siempre puedes estar disponible. No tienes fuerzas. Y esperar que todo el mundo entienda que no puedes atenderles es mucho.
También cuando pasa el tiempo, como en mi caso, ya no hay tanta atención. La gente deja de llamar, de mandar Whatsapp, de preguntar,... Y tú sientes alivio, pero te quedas perdida de la mano de tu cáncer.
Sí, ya sé. Ahora no tengo cáncer, pero él va conmigo.
Ella está en pleno apogeo de la enfermedad. Ella pasa por el tratamiento y encima empezó a contarlo en una red social a la vez, ufff...
Pues es más de lo que puede soportar ahora mismo.
Demasiadas emociones.
La entiendo perfectamente.
Yo llevo 3 años libre de cáncer y más sana de lo que he estado nunca y a veces me faltan fuerzas para contestar emails o estar al pie del cañón.
Es una gran responsabilidad ser oncoblogger:
Recibes emails de muchas personas tremendamente conmovedores. Y a veces no puedes con tantos sentimientos. Sientes la obligación de contestarlos todos y ser brillante y casi una heroína en todos ellos. Y no lo eres. Solo eres una chica que ha sufrido cáncer de mama.
Recibes emails de gente oscura que te dice que Dios te ha mandado esto como castigo pero que podrás redimirte si haces no se qué cosas.
Recibes emails de gente que te dice que te puedes curar tomando cúrcuma y demás.
Recibes emails de otras mujeres que te desean una metástasis porque le has recordado que ellas la tienen.
Recibes emails de eso que llaman trolls... que sólo quieren reventarte la mañana.
Además, contar todo con pelos y señales, o mejor dicho, sin pelo y con cicatrices, hace que seas más vulnerable. Todo el mundo sabe cosas de ti. Y creen que en cualquier momento te apetece hablar del tema.
Contar casi todos tus oncosentimientos en un blog o en una red social hace que todos los que te rodean no pregunten... sólo te leen. Y puede que ahí se inicie también un círculo vicioso.
Muchas veces cuando alguien me dice "te he leído en La Tostada", no sé que contestar. Me quedo bloqueada. Como si me hubieran pillado in fraganti robando.
Siento ese pudor por mostrarme desnuda ante alguien que te ve sin que tú lo pretendieras.
En serio, la mayor parte de las veces, yo escribo para mi. Porque siempre tengo esa necesidad de expresarme mediante palabras. Y no recuerdo al hacerlo que me va a leer mi familia o mis amigos.
Y nunca pienso ¿Qué pensarán de mi?
Estos días sé con firmeza que cuando no tenga más que decir, ni que aportar... o me sienta abrumada, o me canse, esto se acabará. Sólo espero que sea una decisión que tomo libremente, no condicionada a otras personas cuyas opiniones se acerquen más al boicot que a la crítica.
Con una sonrisa ha decidido que quiere, pero no puede... y me ha dado mucha pena porque sé que es bueno para ella, pero la entiendo. Ella debe decidir qué es lo mejor para ella en cada momento y si se siente abrumada... ya habrá otro momento. Y si no, pues no pasa nada. No se va a curar antes por compartirlo en internet.
Esto es sólo una herramienta para deshacerse de polvo, de vendajes, de pastillas y de miedos.
Sobre todo de miedos.
A mi oncoamiga, con una sonrisa le digo que la esperaremos todo el tiempo que sea preciso, pero que no abandone la idea de contarnos su experiencia.