miércoles, 2 de diciembre de 2015

El paso rápido del tiempo...

Pues ya estamos en Diciembre... 


¡Qué sensación de que el tiempo vuela! ¿Verdad? 

Hace tiempo escribí que eso para una paciente de cáncer de mama es un regalo... ¡qué el tiempo vuele! Sin embargo, a día de hoy, ya no sé si me gusta tanto la idea porque empieza a hacerme olvidar muchas cosas que he vivido, situaciones que han hecho que hoy mi vida sea como es y también, esa ligereza hace que siga sintiendo que no he cogido el ritmo de esta vida loca que llevamos. 

En serio, el tiempo pasa volando, pero yo aún no le cojo el ritmo. Aún. 

Como sabéis ando desempleada y el tiempo en casa va al ritmo que puedo tolerar. Tengo tiempo para muchas cosas, que no las haga ya es problema de organización o vagancia, pero las hago al ritmo que deseo. Al ritmo que me va bien. Sin estrés, sin prisas... de una en una. Respirando.

Acá necesitaría ayuda de mis oncoamigas. 

¿No os pasa que la vida no la véis igual? ¿No os pasa que no queréis ver la vida igual que antes? 

¿No os han cambiado las prioridades y la forma de afrontar distintas situaciones o acontecimientos de la vida?

La Navidad siempre me ha gustado. Siempre hay algún recuerdo triste, pero la ilusión creada por el frío, las luces, las comidas copiosas y los dulces, hacen que una olvide lo malo... casi siempre.

Ayer, hablando de cómo olvidamos el dolor, recordé la Nochebuena del 2013. Fue mi última sesión de relleno de los expansores. Creo recordar que llegamos a los 420 cc. 

Siempre os he dicho que lo que es rellenar no duele, como mucho como  un pellizquito. A mí me dolía más el izquierdo que el derecho. Sin embargo, no me gusta engañar a nadie en esta nube de algodón del optimismo y el día que me rellenaban las pasaba putas. 

Me preguntaron una vez qué es lo que más dolía físicamente. No lo incluí nunca en los post de Dudando porque no quería asustar a ninguna mujer que lo esté pasando o lo vaya a pasar, sobre todo, porque cada mujer somos un mundo y lo que a mí me pasaba es muy probable que a tí no te pase.

Pero, hoy siento la necesidad de hablaros del dolor, del que he olvidado, pero también del que aún me hace llorar temblando al recordarlo.

Como os decía, el dolor de cada relleno de los expansores no era un dolor agudo. Más bien era un dolor profundo, insistente, que mordía en ocasiones. Recuerdo el dolor que sentí la mañana siguiente de mi primer relleno, dolor que me rasgaba el pecho. Y recuerdo la última sesión. Esa mañana del 24 de Diciembre, en la que la clínica estaba casi reservada para mí y se notaba el ambiente festivo en la consulta de mi cirujano plástico. 

Ese día pude disfrutar de una noche en familia. Reí, bebí, comí, pero necesitaba analgésicos y recuerdo irme a la cama antes de lo que me hubiera gustado. 

Si me dices que si me duele más que la mastectomía, te diría que sí, pero la mastectomía la pasé con nolotiles y tranxiliums, así que no creo que pueda comparar. 

Fijaros como se olvida el dolor que recuerdo estar recién operada y querer ponerme mi pijama. Estar desnuda en una habitación de hospital no ayuda a que te sientas segura y tranquila. Recuerdo que me ayudaron a sentarme y recuerdo no poder mover mis brazos para levantarlos del dolor tan fuerte que sentía, a pesar de los nolotiles, tranxiliums y medio anestesiada. Recuerdo llorar en brazos de mi madre y mi marido diciendo ¡qué me han hecho! 

Ese es el dolor que recuerdo, sentirme una inválida cuando yo lo que creía que tenía era cáncer. No me preocupaba mi pecho liso, ni mis cicatrices, me preocupaba y me dolía no ser a misma que antes, valerme por mí misma. No recuerdo lo que fue el dolor. No podría decirte si más que un dolor de muelas o más que un corte con un cuchillo. 

Sí te puedo decir que el dolor del relleno no era ni de lejos como ese dolor de estar abriéndome el pecho al subir los brazos, pero uno lo olvidé y el otro sigue conmigo. No quiere abandonarme.

Lo mismo sigue ahí para que el paso rápido del tiempo no me haga olvidar que una vez fui valiente...

¡Qué os vaya bien la semana! 

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