jueves, 6 de octubre de 2016

Una historia de pelos

He hablado un millón de veces de cáncer de mama y de mi experiencia. 

Supongo que todos imagináis que hay un millón de cosas que no he contado, sobre todo los momentos más duros, pero los duros de verdad ¿eh?

He contado un millón de historias y hoy quiero hablar de una que me traumatizó a mí y que pasa el tiempo y veo que la viví de forma muy distinta a muchas mujeres que pasan por esta experiencia. 


Me estoy refiriendo a la caída del pelo debido a la quimioterapia. 

Cuando me informó el Dr. Virizuela sobre mi tratamiento, casi lo primero que atinó a decirme es que iba a perder el pelo. Me daba entre 15 y 21 días desde el primer chute de veneno, "más cerca de los 21 que de los 15"

Efectivamente, a los 20 empecé a perderlo. 

Muchos tal vez no sabéis que a la semana de mi primera sesión acabé hospitalizada por una neutropenia febril. Esto es que mis defensas naturales desaparecieron a causa de la quimio y mi cuerpo reaccionó con fiebres. Fue una semana muy dura porque sentía fuertes dolores y los antipiréticos casi no me hacían efecto. Afortunadamente, existe el Neupogen, que estimula precisamente glóbulos blancos y mi cuerpo empezó a recuperarse poquito a poco. Pues, cuando me bajaba la fiebre, mi mayor obsesión era mirar la almohada y buscar pelos. 

Me acercaba peligrosamente a los 15 días y no tenía ni puta idea de cómo sería eso. Mi obsesión era que si se me caía algún mechón en bruto que nadie lo viera... Sólo quería pasar ese "drama" en mi casa, en mi cama o en mi baño. 

No en la clínica. 

Sí a solas. 

Lo que no me explicó el Dr. Virizuela, aunque yo ya había leído sobre eso, es que no sólo se te cae el pelo de la cabeza. Es que se te cae todo el vello corporal. 

Y sí, el primer síntoma de caída del vello la experimenté en el hospital. 

Y no fue en la cabeza. 

Ya estaba algo más fuerte y pensaron los médicos que en ese momento había más riesgo de infección en la clínica que en mi casa, así que, tras 6 días... a casa.

... pero me fui sin vello púbico. 

Ese momento de la caída para mí se queda. Puede sonaros ridículo, pero me sentí fatal. 

Ya en casa, a los pocos días empezó a caerse el pelo de la cabeza. Era una caída ligera, pero abundante. Pasaban los días y ésta era más que abundante, pero como una jabata pude llegar a la segunda sesión de quimio a los 21 días sin ponerme pañuelo. 

Creo que el fin de semana después de la 2ª sesión, empecé a salir con pañuelo, pero no me afeité la cabeza. No estaba preparada. Prefería llorar en casa e ir soltando pelos por todos lados, hasta parecer sacada de un campo de concentración. 

Mi marido tuvo una paciencia extrema y al final, más de un mes después de haber empezado esta aventura, me afeité. Bueno, me afeitó.  

Y todos los llantos se fueron disipando. 

Hasta acá, creo que es una experiencia muy similar la que hemos vivido todas las mujeres que perdemos el pelo. 

Sin embargo, cuando os decía al principio que viví esta experiencia de forma distinta a lo que he podido comprobar en otras mujeres, me refería a que a mi calva sólo me ha visto mi marido. No os confundáis, también tuve mis reparos al principio, pero era incapaz de estar en casa con la cabeza tapada, dándome unos sofocos de la muerte. Así que él, no tuvo más remedio. 

En la salud y en la enfermedad.

Así que, nadie más.

De hecho, cuando fueron a operarme, entré en quirófano con mi pañuelo rosa en la cabeza y le dije al anestesista que si me podía quedar con el pañuelo puesto. Supongo que el pobre diría, ¿con lo que te vamos a hacer tú te preocupas de tu calva?

Supongo que una parte es por coquetería, aunque no he sido yo nunca muy presumida. Sin embargo, una gran parte de esta manía por ocultar mi calvicie se debía a que la idea de que mis padres, hermana y familiares más directos me vieran así, calva, desvalida, enferma,... me torturaba día tras día. 

Pensar que después de toda una mañana operándome, de sufrimiento para ellos, me vieran, sin tetas y sin pelos... ¿pa qué? Eso es un sufrimiento para ellos. 

Estuve mi semanita en la clínica con mi pañuelo colocado. 

Mi sorpresa fue al llegar a casa. 

Loca por quitarme el pañuelo y... Sorpresa!!! 

¡¡¡¡Tenía pelo!!!!!

Eso ayudó a verme mucho mejor. A ser optimista y pensar que ya estaba pasando lo peor.

En fin, que para mí estar calva se convirtió en algo a ocultar. No por mí, sino por como creo que se lo iban a tomar, pero creo que más bien era porque cómo se lo tomaran los demás me iba a afectar a mí. 

Así que decidí que mi calva para mi se iba a quedar. Yo, en serio, con la pelusa esa que se me quedó, no estaba a disgusto. Si fue raparme y decirme yo misma, ¡¡¡¡qué idiota he sido estos días!!!!

Sin embargo, yo veo miles de fotos de mujeres calvas por la quimio... todas tan guapas. Yo era un cromo. 

¿Cómo es que están tan guapas?

¿¿¿En su quimio les metían un embellecedor???

Sois unas campeonas. No sabéis como admiro que hayáis sido capaces de enfrentaros a eso. Yo me hice una vez una foto calva... y Dios, entre ojeras, piel de muerta y lo gordísima que me puse!!!! 

Una calamidad.

Eso sí chicas, me salió pelo y estaba loca por enseñarlo. Y estaba igual de ojerosa, igual de pálida y gorda como una ballena. Empecé a hacer reportajes gráficos de los avances. 



Pero tenía pelo. Llegaba la calma después de la tormenta. 

Era un rayito de esperanza. 

Así lo viví yo. 

En este mes rosa, de concienciación, hablar de pelos no sé si parecerá frívolo o no, pero es que es una de las peores experiencias que recuerdo. 

Peor que mirarme sin tetas. 

No sé si habrá alguna mujer más que lo haya vivido de una forma tan brutal como yo... o lo esté viviendo de esa manera. 

Si estás sufriendo por esta misma causa... Sólo puedo decirte, que todo pasa y todo llega... Y será una bonita "metáfora" sobre tu recuperación...

Te crecerá,... distinto al anterior, pero sano


Sé fuerte. 
No estás sola. 

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